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Este blog personal es solo eso: personal. No pretendo nada más que escribir sobre libros, autores y mis pensamientos literarios y poéticos y también sobre mis canciones favoritas. También en las páginas de Mi Arte y Recuerdos explico, con fotos, algo más de mí. En la página de Visitas España al blog pongo las banderas de las provincias españolas que me han visitado y una breve historia sobre la capital de cada provincia. De igual forma hago en la página Visitas países al blog, con la bandera del país y una breve historia sobre el mismo. Yo disfruto al máximo al escribir este blog y espero y deseo que los que entren y lo lean hagan lo mismo.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

 

Con razón quise amarte






Sentí como me "golpeaba" contra el fondo de la garganta y como se deslizaba por toda ella. Fueron varias bocanadas y jamás había experimentado aquello. Me asombró la cantidad y aunque estuve apunto de atragantarme no lo hice. Yo seguía con los ojos cerrados y sentí como sus labios se posaron sobre los míos aunque siguiera con la boca entreabierta. Me cogió de la nuca y me apretó contra él con cierta fuerza. Cuando se retiró abrí los ojos y me fijé  en su mirada totalmente fija en la mía, sin pestañear. Me pasó su dedo índice por mis comisuras y limpió algo de saliva y se llevó el dedo a la boca y esgrimió una leve sonrisa. Aquella sonrisa me volvió loco, con aquellos dientes tan blancos y perfectos. Quise hablar y no pude porque con el mismo dedo índice me los posó en los labios en señal de que no dijera nada. Me puso de pie y me volvió...

Era una de aquellas mañanas claras de otoño que tanto le gustaban. Se dirigió a la parada como de costumbre sintiendo ese frescor que le daba una "energía" extraña. Subió al autobús y a las pocas paradas ya estaba casi lleno, cosa que odiaba. Se levantó y cedió el asiento a una  mujer con su hijo pequeño cogido de la mano y vio detrás de ella a un joven con una mochila negra en un hombro con varios piercings en la boca que se giró y se puso de espaldas a él. No pasó mucho tiempo cuando el autobús iba repleto y sintió como el chico se pegó a él. Quedó bloqueado, Quiso separarse pero no pudo por la gente y porque el chico le "apretaba" bastante. No le gustaba que le tocaran pero "aquello" le pilló de sorpresa.
   -Siento esto -le dijo en voz baja- Estoy muy avergonzado. No pienses mal, por favor.
   -No te preocupes -contestó el chico sin girarse- Me gusta... y mucho. 
   -Nunca me había sucedido algo así. Ha sido instantáneo. No lo he podido evitar.
El chico se apretó inclusive un poco más y él creía que iba reventar, literalmente. No podía seguir así mucho tiempo y por fortuna en la siguiente parada bajó bastante gente. Se separaron un poco pero sin girarse, solo se rozaban. A los poco segundos el chico se dio la vuelta. Quedó asombrado. ¡No podía ser!

La verdad es que siempre había deseado poder declararme bajo la luz de la luna llena con el mar de fondo y cuando le vi por primera vez deseé que fuera él; que fuera él de quien poder enamorarme. Aunque era tan enamoradizo que ya daba igual. Tenía cerca de cincuenta años, y aunque los llevaba muy bien y me conservaba en condiciones, los años no perdonaban, y el estar solo ya había empezado hacer mella en mi ánimo. Deseaba estar solo para no dar explicaciones a  nadie y sentirme libre, pero en el fondo de mi alma deseaba que esa libertad la pudiera compartir. Había tenido encuentros esporádicos y algún rollo más duradero pero no es lo que quería, "aquello" solo era pura necesidad biológica. No tenía un prototipo determinado, pero sí que fuera muy cariñoso y muy romántico. Mis amigos me llamaban el cursi de los versos ya que Bécquer ha sido siempre unos de mis poetas predilectos. 

Era verano y había acudido a una fiesta organizada en una masía por unos amigos, ya que cumplían 25 años de casados. Le miré a los ojos y sentí ese hormigueo nervioso tan difícil de explicar. Enseguida quise poder acercarme a él, olerle, sentirlo. Pero era el hijo, seguro, de algunos de los invitados y la chica que estaba junto a él sería su novia. Me olvidé del tema y seguí de charla con los amigos. Pasados unos pocos minutos acudí a unos de los baños que había por toda la masía y mientras me lavaba las manos entró él. El corazón me dio un vuelco y se me aceleró hasta el punto de que pensaba que mis latidos él los escucharía ya que me miró y sonriendo me dijo: ¡hola!. Le contesté con "un qué tal" nervioso y al pasar junto a mi y ponerse en el lavabo de al lado sentí esa fragancia y perfume que nunca olvidaré. Se miró al espejo y me miró a través de él. No podía apartar la mirada y él la sostuvo sin retirarla tampoco. Se acercó me cogió una mano y apoyando la otra en mi pecho acercó su boca a la mía.

Ir a la fiesta aquella de aniversario de  no se sabe quien no era lo que más le apetecía a Ricardo. Intentó convencer a sus padres de quedarse pero no hubo forma. Había que ir y había que ir, y punto. Odiaba eso. Los padres suelen ser muy aburridos y los suyos se llevaban el premio mayor. Menos mal que iban a ir más jóvenes que aunque no eran amigos si eran conocidos. A él les aburría los de su edad, les parecía demasiado infantiles pero eso era preferible que no una fiesta de mayores. No entendía muy bien de qué se reían sin parar. Aunque suponía que cuando él lo fuera le pasaría lo mismo. Y la música, ¡ay la música! Siempre la misma música ochentera (asi la llamaban) que aunque había buenas canciones podían combinarlas con otros estilos. A él le gustaba en especial el gospel, es la música que le llenaba, pero para pasarlo bien prefería la moderna.

Al llegar, los últimos como siempre, parecía que algo iba a ser diferente, lo presintió. Había un ambiente bonito, alegre, con mucha gente de todas las edades y parecían que ya se lo estaban pasando en grande. Sus padres enseguida se perdieron en saludos y se olvidaron de él. Saludó a varios conocidos y una hija de unos amigos de sus padres se le acercó muy sonriente. Ya la conocía de otras ocasiones y era algo pesada pero muy simpática. Después de unos minutos, a lo lejos, entre la gente, se fijó en él. Inmediatamente empezó a respirar más fuerte y se quedó fijamente mirándolo. Cuando este hizo lo propio y le cruzó la mirada quitó la vista enseguida y miró hacia otro lado. Se puso muy nervioso y la erección fue inmediata. Se puso la mano delante intentando disimular. Vio como se acercaba a él pero porque iba saludando a los presentes. Le dijo a la chica de ir a la barra que había al aire libre y pedir algo. Aunque disimulando no dejaba de fijarse en él y en lo que iba haciendo. En un momento vio que se dirigió hacia uno de los baños y sin saber cómo decidió seguirlo.

...y me volvió a besar de aquella manera tan especial. Su lengua, húmeda, fresca, recorrió la mía despacio al principio, y luego con la punta me golpeaba la mía muy rápido. Paraba y luego me la pasaba por los dientes muy despacio. Sentía su respiración, fuerte, y sus latidos golpeaban mi pecho con dureza. Su aliento y el sabor de su saliva hicieron que casi me desmayara. Nuestros cuerpos estaban tan juntos que sentí como si solo fueran uno. Se lo  noté tan grande y duro como la primera vez y eso que no hacía más de diez minutos. Sus manos eran fuertes, como a mi me gustaban, que le cogieran con fuerza, con seguridad. Me agarraba tan fuerte de la cintura que era imposible escaparse y eso me producía tal placer y excitación que sentía que la vida, realmente, era solo eso. Por segunda vez me cogió de la cabeza y me hizo agachar mirándome fijamente a los ojos. Aquella mirada me subyugaba de tal forma que parecía hipnotizado. Hubiese hecho lo que me hubiese pedido sin condiciones. Todo. Por segunda vez me dirigió en todo como hizo minutos antes. Y por segunda vez sentí como me golpeaba la garganta sus bocanadas y como bajaba por la garganta con el espesor de la primera. Me olvidé de la gente, de la fiesta, del tiempo, solo quería seguir así todo lo que fuera necesario. Me alzó sin apartar la mirada, me agarró levemente del pelo tirando hacia atrás y me besó profundamente, después me susurró que lo que sucediera a partir de ese momento no tenía importancia. Sentí como se acercaba gente entre risas y disimulamos. Yo me fui esperando volver a verle durante la fiesta, pero no fue así. No le volví a ver hasta aquel día, pasados ya unos seis años.

Quedó asombrado, sin palabras. ¿Cómo era posible? Los dos se quedaron mirando fijamente, con sorpresa y al mismo tiempo con una cierta vergüenza.
   -¡Jamás hubiese pensado en volver a encontrarte! -dijo con rubor.
   -¿Qué tal estás? -preguntó Ricardo también ruborizado esgrimiendo una gran sonrisa.
   -No sé que decir, la verdad.
Tras unos segundos de silencio Ricardo contestó:
   -¿Y para qué hablar?
Al llegar a la parada el joven bajó y le preguntó:
   -¿Bajas?
Por supuesto que bajó. Y más en aquel estado. Y esa forma de preguntárselo ya le volvió loco. Aquel atrevimiento le pareció mágico al igual que la primera vez que le cogió de la mano en el baño y le besó. Jamás, ni una ni otra vez había sentido lo que había sentido, jamás.
   -Y bueno, cuéntame, ¿qué ha sido de tu vida?
   -Nada en particular. Después de "aquello" quise saber de ti pero tampoco  hice mucho por ello. No sé, fue tan mágico y maravilloso que pensé que si nos volvíamos a ver se rompería toda esa magia.
   -¿En serio? -preguntó extrañado- Yo ya sabes por qué.
   -Sí, lo sé. Estuve mucho tiempo "soñando" a diario con ese momento, con aquella noche.
Los dos sonrieron. Sabían que los dos se habían deseado así en la distancia. Y ahora, después de varios años habían vuelto a coincidir. Enseguida se notó en el ambiente el deseo. Emanaba por todos lados, en cualquier gesto, en las miradas, en la respiración acelerada y nerviosa inevitable.
   -¿Tienes pareja? -preguntó Ricardo mientras se guardaba el móvil.
   -No, que va. ¿Tú?
   -Sí, tengo...
La cara de desilusión fue mayúscula, pero al mismo tiempo se lo esperaba. Aunque hubiese deseado y había soñado desde aquel día en poder volver a verlo y poder declararse como siempre había querido no podía esperar que sucediese. Ya demasiada casualidad había sido volver a encontrarlo.
   -...pero hay deseos que ni siquiera la pareja puede evitar.
   -¿Qué quieres decir?
   -Hemos llegado, vivo aquí. ¿Quieres subir?

Nunca nadie había conseguido hacerme temblar con una sola mirada como lo hacía él. Le invité a subir simplemente porque tenía que hacerlo. Actuaba mi instinto, mi "Yo" que no controlaba. Se me aceleró el corazón de tal manera al decirme que sí que mis sienes y mi cuello latían con una fuerza exagerada. La erección fue superior a la primera vez que nos vimos porque ahora estaríamos solos. Eso me daba un morbo tan grande que se me hizo eterno hasta llegar a la puerta. Al entrar y nada más cerrarla me sujetó con esas manos y esa fuerza que me volvían loco. Y volvió a besarme de esa forma que tanto había extrañado estos años y que nunca nadie más lo había hecho. Ni siquiera mi actual pareja. Me besó con tal pasión que creí morir y sin recordar justo el momento me vi completamente desnudo al igual que él, los dos de pie. Me miró sin pestañear. Esa mirada única, penetrante, de deseo eterno. Me giró y noté su lengua húmeda por toda mi espalda. Bajó lentamente y recorrió todo mi cuerpo. Le notaba tan excitado que supe que no tardaría. Como así fue. Aunque con dolor éste pasó enseguida al placer. Sus movimientos eran lentos, rápidos, profundos, suaves... Yo no tardé nada y él tampoco, daba igual. Lo sentí. Fueron unos segundos donde jamás había sentido tanto placer. No había habido muchas palabras, no importaban, pero sus palabras finales nunca las olvidaré porque son las que siempre me han acompañado en mi soledad: "Con razón quise amarte".


   

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