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lunes, 11 de febrero de 2013

Las poesías de amor de Bécquer y Quevedo


Poesías de amor


¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.


¿Quién no conoce este famoso cuarteto de Bécquer de sus espléndidas Rimas?. El poeta, aunque tal vez algo cursi para la mayoría de gente (el amor es cursi por sí mismo según la visión del que no está enamorado) no lo era en absoluto. Supo plasmar como nadie esos momentos románticos cuando uno es "tocado" por Cupido. Juan Ramón Jiménez escribía al respecto: "Las rimas de Bécquer, como las de otros poetas muy personales y subjetivos, no son cursis en sí mismas. Las hacen cursis sus imitadores, sus falsos comprendedores".Al poeta del romanticismo no le miraban si no que le clavaban la mirada, con intensidad, o al menos eso es lo que él sentía y a cambio Gustavo Adolfo Bécquer entregaba su pasión y su romanticismo en la forma más bella que hay de escribirlo: la poesía.


Gustavo Adolfo Bécquer
Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida
(Gustavo Adolfo Bécquer)
(1836-1870)


Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.


Bécquer sufría por el amor. Sentía el amor dentro de sus venas con ardor permanentemente. Fue algo que le persiguió toda su vida. Lo entendía como algo pasional y sus desamores los llevó mas bien con cierto tormento.


Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!


El poeta sevillano dedicó tres poesías más  a las pupilas azules de su amada en la serie denominada Pupila azul aparte de la primera de este artículo:


Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana,
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las trasparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.


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Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte.
Por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta ríes, y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
—¡Duerme!
Despierta miras, y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
—¡Duerme!
Despierta hablas, y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
—¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto por que no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya por que no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
—¡Duerme!

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La bocca mi bacciò tutto tremante

Sobre la falda tenía
el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros.
No veíamos las letras
ninguno creo;
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
—¡Ya lo comprendo!
  

En la siguiente poesía el maestro del romanticismo expresa, con pasión, como se siente al estar su alma unida al alma de su amada en cinco magníficos cuartetos.



Julia Espín
Julia Espín (La gran musa de Bécquer)


Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;
dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.


En el siguiente poema Bécquer muestra su lado más tierno y enternecedor:


Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.


Para finalizar con Gustavo Adolfo Bécquer he seleccionado dos rimas, la XX y la XXXVIII respectivamente. La primera es un cuarteto de cuatro versos endecasílabos o serventesio. La segunda sus famosos "suspiros son aire y van al aire".
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.
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¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?


-ooOOOoo-





Francisco Quevedo era también "el más alto poeta de amor de la literatura española" según el propio Dámaso Alonso, poeta del 27. Las primeras composiciones de Quevedo son básicamente petrarquistas y es después que se personaliza más su poesía en sonetos, sobre todo los dedicados a Lisi, que son los más entrañables y de mayor calidad. De esta mujer es de la que estuvo verdaderemente enamorado el poeta madrileño. Una dama de la familia de Medinaceli, que al parecer era doña Luisa de la Cerda y fue un amor no correspondido durante más de veinte años. Pero sus poemas también estuvieron dedicados a otras mujeres. Los poemas amorosos de Francisco Quevedo están compuestos en diferentes tipo de metro: sonetos, romances, madrigales... pero son los sonetos los que mas fama le dieron y le encumbraron a lo más alto de la literatura española y europea.



Quevedo
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cervallos
(Francisco Quevedo)
(1580-1645)



SONETOS A LISI


AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado,
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.


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ADVIERTE CON SU PELIGRO A LOS QUE LEYEREN SUS LLAMAS


Si fuere que, después, al postrer día
que negro y frío sueño desatare
mi vida, se leyere o se cantare
mi fatiga en amar, la pena mía;

cualquier que de talante hermoso fía
serena libertad, si me escuchare,
si en mi perdido error escarmentare,
deberá su quietud a mi porfía.

Atrás se queda, Lisi, el sexto año
de mi suspiro: yo, para escarmiento
de los que han de venir, paso adelante.

¡Oh en el reino de Amor huésped extraño!
sé docto con la pena y el tormento
de un ciego, sin ventura, fiel amante.



En los poemas amorosos también aparece una de las mayores y más palpables obsesiones de Quevedo, el paso del tiempo y lo fugaz de las cosas y lo transitorio y lo frágil del deseo amoroso:



               Tiempo, que todo lo mudas:
               tú, que con las horas breves
               lo que nos diste nos quitas,
               lo que llevaste nos vuelves;

               tú, que das muerte y das vida
               a la Vida y a la Muerte:
               si quieres que yo idolatre
               en tu guadaña insolente,
               en tus dolorosas canas,
               en tus alas y en tu sierpe.



Colegio Imperial de Madrid
Colegio Imperial de Madrid donde estudió Quevedo



Y quiero acabar este particular homenaje a estos dos grandes poetas del amor en este mes, febrero, tan romántico con este magnífico poema de Quevedo donde demuestra su pasión amorosa:



               En estos versos de mi amor dictados,
               tan bien nacidos, cuanto mal premiados,
               es, señora, mi intento
               mostrar más voluntad que entendimiento,
               pues mi pasión ordena
               que no iguale mi ingenio con mi pena.
               Fue gran ventura veros;
               después de vista, amaros;
               y es ya tan imposible el olvidaros,
               como poder llegar a mereceros;
               y así, reconocido,
               piedad, no premio, pido,
               ni laurel, pues por vos le despreciara,
               si en la primera Dafne se tornara.
               Sed atenta a los versos lastimeros
               del que desde que os vio lo está a quereros;
               y oligaréis a tanto un tierno amante,
               que os deba todo el tiempo que no os cante.




4 comentarios:

  1. Que grandes poetas Quevedo y Bécquer. Me gusta mucho esta selección

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  2. Sin duda son grandes poetas pero yo también hubiese escrito algo de Espronceda, Zorrilla o el Duque de Rivas. Un saludo. Muy buen blog.

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  3. yo no me olvidaria de Rosalía de Castro

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    1. Sin duda muy buenos poetas y poetisa, aunque yo a Rosalía, aún siendo del romanticismo español y precursosara junto a Bécquer de la poesía actual moderna no la englobaría como de los más románticos. Su prosa sí lo es. Gracias por vuestros apuntes. Estos autores merecen entradas aparte. Un saludo y de nuevo gracias.

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