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Este blog personal es solo eso: personal. No pretendo nada más que escribir sobre libros, autores y mis pensamientos literarios y poéticos y también sobre mis canciones favoritas. También en las páginas de Mi Arte y Recuerdos explico, con fotos, algo más de mí. En la página de Visitas España al blog pongo las banderas de las provincias españolas que me han visitado y una breve historia sobre la capital de cada provincia. De igual forma hago en la página Visitas países al blog, con la bandera del país y una breve historia sobre el mismo. Yo disfruto al máximo al escribir este blog y espero y deseo que los que entren y lo lean hagan lo mismo.

sábado, 4 de octubre de 2014

Extractos literarios (II)


EXTRACTOS

OBRAS ESPAÑOLAS




Al igual que en Extractos literarios (I) he elegido una selección de obras al azar y extraído unos párrafos o versos de la obra señalada del autor. En esta segunda entrega son los siguientes:





Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?


Rima LXI* - Gustavo Adolfo Bécquer

*(Esta rima fue publicada con el título Melodía por primera vez en el Álbum de Poesías del Almanaque del Museo  Universal en 1861)





Exaltan los arbitristas la balanza de comercio; pero imposible no traer a España lo que en España hace falta y no se fabrica. Traemos de Francia: peines, alfileres, estuches, flautas, bocacíes, espejos, fustanes, coches de plomo, cascabeles, trompas de París, camas, sillas, almohadas, colchas, sobremesas, relojes; de Génova, listonería, hiladillo, papel, gambalos, botones, juguetes de porcelana, abanicos, clavazón dorada para sillas, cambrayones, medias de peso y de arrollar; de Milán y Holanda: puntas, lanas, felpas; de Inglaterra; paños, amascotes para monjas y frailes; de Breda: sombreros, guarniciones de oro y plata, puntas para corbatas de soldados...


El alma Castellana - José M. Ruiz "Azorín" (Siglo XVII -1 La Hacienda)




La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente,
porque el valor honrado de toda armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine, y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran  martillo aplaste.


Campos de Castilla  - Antonio Machado (Poema XI del capítulo Proverbios y Cantares)




RITA          ¡Qué malo es...! Pero... ¡Válgame Dios, don Félix aquí...! Sí, la quiere, bien se conoce... (Sale Calamocha del cuarto de don Carlos, y se va por la puerta del foro). ¡Oh!, por más que digan, los hay muy finos; y entonces, ¿qué ha de hacer  una...? Quererlos; no tiene remedio, quererlos... Pero, ¿qué dirá la señorita cuando le vea, que está ciega por él? ¡Pobrecilla! ¿Pues no sería una lástima que...? Ella es.
(Sale doña Francisca)

Dª FRAN.    ¡Ay, Rita!

RITA            ¡Qué es eso? ¿Ha llorado usted?

Dª FRAN.     ¿Pues no he de llorar? Si vieras mi madre... Empeñada está en que he de querer mucho a ese hombre... Si ella supiera lo que sabes tú, no me mandaría cosas imposibles... Y que es tan bueno, y que es rico, y que me irá tan bien con él... Se ha enfadado tanto, y me ha llamado picarona, inobediente... ¡Pobre de mí! Porque no miento ni sé fingir, por eso me llaman picarona.


El sí de las niñas - Leandro F. de Moratín (Escena IX - Doña Francisca, Rita)




... Es como Luis: "Exceso de control emotivo. Depresión nerviosa", me rio yo, que los médicos, cuando no saben qué decir, todo lo achacan a los nervios, que es muy cómodo eso. Es lo mismo que cuando te quitaste el luto a los dos días porque te entristecían tus pantorrillas, habráse visto, y, encima, Esther que te comprendía, que el luto es una rutina estúpida que hay que desterrar. Anda que estaría bueno que no te entristecieran tus pantorrillas, ¡pues para eso es el recordarte que tienes que estar triste y si vas a cantar, callarte, y si vas a aplaudir, quedarte quieto y aguantarte las ganas, que yo recuerdo el tío Eduardo, cuando lo de mamá, en el fútbol, como una piedra, igual, ni en los goles, fíjate, que llamaba la atención, y si alguno le decía, "¿pero tú no aplaudes, Eduardo?", él enseñaba la corbata negra y sus amigos lo comprendían muy bien, ¿qué te crees?, "Eduardo no puede aplaudir porque está de luto" decían, y todos conformes, a ver, para eso es el luto, botarate, para eso y para que lo vean los demás, que los demás sepan, con sólo mirarte, que has tenido una desgracia muy grande en la familia...


Cinco horas con Mario - Miguel Delibes (Capítulo XVIII)




   Y no tenía tanta lástima de mí como del lastimado de mi amo, que en ocho días maldito el bocado que comió. A lo menos en casa bien los estuvimos sin comer. No sé yo cómo o dónde andaba y qué comía. ¡Y velle venir a mediodía la calle abajo, con estirado cuerpo, más largo que galgo de buena casta! Y por lo que toca a su negra, que dicen, honra, tomaba una paja, de las que aun asaz no había en casa, y salía a la puerta escarbando los que nada entre sí tenían, quejándose todavía de aquel mal sonar, diciendo:
  -Malo está de ver, que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, es lóbrega, triste, oscura. Mientras que aquí estuviéremos hemos de padecer; ya deseo que se acabe este mes por salir della.
   Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución, un día,  no sé por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real, con el cual vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia, y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo:
   -Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su m ano. Ve a la plaza y merca pan y carne...


El lazarillo de Tormes - Anónimo (Tratado III. De cómo Lázaro se asentó con un escudero y de lo que le acaesció con él)




En esto las doncellitas remataron la conversación con pedir algo de merendar a mis amigos:
Mirábase el uno al otro, y a todos tiembla la barba.
Yo, que ví ocasión, dije que echaba menos mis pajes, por  no tener con quién enviar a casa por unas cajas que tenía. Agradeciéronmelo, y yo las supliqué se fuesen a la Casa del Campo al otro día, y que yo las enviaría algo fiambre. Aceptaron luego; dijéronme su casa, y preguntaron la mía, y con tanto, se apartó el coche, y  yo y  los compañeros comenzamos a caminar a casa. Ellos, que me vieron largo en lo de la merienda, aficionáronseme, y, por obligarme, me suplicaron cenase con ellos aquella noche. Híceme algo de rogar, aunque poco, y cené con ellos, haciendo bajar a buscar a mis criados, y jurando de echarlos de casa. Dieron las diez, y yo dije que era plazo de cierto martelo, y que así me diesen licencia. Fuime, quedando concertado de vernos a la tarde en la Casa del Campo.


El Buscón - Quevedo (Capítulo VI - En que prosigue lo mismo, con otros varios sucesos)




Perseguía un Caballo vengativo
a un Ciervo que le  hizo leve ofensa;
mas hallaba segura la defensa
en su veloz carrera el fugitivo.

El vengador, perdida la esperanza
de alcanzarlo, y lograr así su intento,
al  hombre le pidió su valimiento
para tomar del ofensor venganza.

Consiente el  hombre, y el Caballo airado
sale con su jinete a la campaña;
corre con dirección, sigue con maña,
y queda al fin del ofensor vengado.

Muéstrase al bienhechor agradecido,
quiere marcharse libre de su peso,
mas desde entonces mismo quedó preso,
y eternamente al  hombre sometido.

El caballo, que suelto y rozagante
en el frondoso bosque y parado ameno
su libertad gozaba tan de lleno,
padece sujección desde ese instante.

Oprimido del yugo ara la tierra,
pasa tal vez la vida más amarga;
sufre la silla, freno, espuela, carga,
y aguanta los horrores de la guerra.

En fin,perdió la libertad amable
por vengar una ofensa solamente.
Tales los frutos son que ciertamente
produce la venganza detestable.


Fábulas - Félix María Samaniego (El Caballo y el Ciervo)





     Mas tarde se presentaron dos tipos afeminados y un poco pintados: el uno vendía jabones y perfumes,  y el otro, collares y pulsera.
       -¿Quiénes son éstos? -preguntó Latorre a la Pepa.
    -Estos "mariposos" andan siempre por aquí a ver si hacen negocio. Serán el Pescaílla o el Tentetieso y andan a la husma por si se puede vender algo. Lo mismo le proporcionan a usted un abrigo de pieles barato que una mujer o un perro.
       El de los collares mostró una sortija con unos brillantes.
       El del bar Eden la tomó en la mano y preguntó con gravedad:
       -¿Y cuánto vale esto?
       -Mil quinientas pesetas.
       -Pues hijo, es regalado -contestó en tono serio, que parecía ocultar la chunga.
       En eso llamaron a la puerta y entró el médico.


Locuras de carnaval - Pío Baroja (Capítulo VII - La casa de la esquina)




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