Un año en la luna de otoño
-A la luna del mar rojo-
Si la hierba mece al viento callado,
como mi ayer a tu mañana,
o como tu futuro en mi pasado...
Si ese mar rojo, apagado,
con el reflejo de ser tu voz, tu gana;
pide que tu luna llore grana...
No le grites y deja que su abrazo
a la espuma del mar perdone;
que su nana te duerma en su regazo
y te atrape en su blanco lazo
para que tu querer no traicione
y ni al mar y a la Luna abandone.
Si el camino se cubre de ocre y llama
y oyes al río en su balada
cantar a la Luna vestida de dama,
cae como la hoja de la rama
esperando a que su nueva madrugada,
la cubra de noche estrellada.
Solo el tiempo vence al tiempo y a él le reclama
que la Blanca y el mar no ganen su batalla helada.
-A deseo sobre el ala del jilguero-
Hueles a verde, a fresco, a nuevo,
a mañana clara, a atardecer viejo,
a blanca mirada, a mar sereno;
hueles a todo eso y a azul deseo.
A deseo sobre el ala del jilguero,
a su cantar, a su aleteo.
Hueles a sol de mediodía,
a trigo, a amapola y a centeno.
a blanca mirada, a mar sereno;
hueles a todo eso y a azul deseo.
A deseo sobre el ala del jilguero,
a su cantar, a su aleteo.
Hueles a sol de mediodía,
a trigo, a amapola y a centeno.
Hueles a gotas de lluvia en el polvo seco,
a rama caída en mitad del sendero,
a flor de naranjo y a flor de romero;
hueles a todo eso y a azul deseo.
A suave pluma, a caminar viajero,
a nieve de montaña, a roja seda.
Hueles a hojas otoñales en la vereda,
a leña mojada, a helecho y a enebro.
Hueles a pelo limpio mecido al viento,
a arena de playa, a frío de enero.
Hueles a campo labrado, a recuerdo,
y a azul deseo; hueles a todo eso.
-Lo que no te conté al despertar-
No son tus aguas las que reflejan mi ayer,
ni tus hojas muertas a corriente,
ni tus tardes doradas de suave querer,
las que sugieren a los días ser
amantes de la noche, ser su simiente,
amantes del tiempo y del presente.
No son tus aguas las que guardan miradas,
ni las que huyendo miran atrás
ni tus arroyos son tus hijos ni tus hadas,
ni tu muerte en el mar espadas
que se claven en el aire sin respirar.
Es lo que no te conté al despertar.
Porque mis sueños mueren al frío alba
y con ellos mis secretos rojos,
los que a mis tristes mañanas de malva
tus gotas blancas mojan mi alma
escapando libres por mis ciegos ojos.
Es lo que no te conté a lo lejos.
Que tu murmullo sea testigo de mi perdida calma
para que siempre me sepan a nuevos tus viejos besos.
En la soledad del momento, del instante, se tiene la necesidad de imaginar ese respirar cálido del que no tiene el tiempo. Solo la imaginación con el paso de las estaciones llena de emoción al recuerdo. Y éste se convierte en un suspiro al viento, a la noche, a ese atardecer de lucero o a esa luna llena de otoño. De esas trece lunas que conforman una y de esa una que nos mira y decide ser testigo con esa sombra que solo ella es capaz de ofrecer.
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