Bienvenidos a mi blog:

Este blog personal es solo eso: personal. No pretendo nada más que escribir sobre libros, autores y mis pensamientos literarios y poéticos y también sobre mis canciones favoritas. También en las páginas de Mi Arte y Recuerdos explico, con fotos, algo más de mí. En la página de Visitas España al blog pongo las banderas de las provincias españolas que me han visitado y una breve historia sobre la capital de cada provincia. De igual forma hago en la página Visitas países al blog, con la bandera del país y una breve historia sobre el mismo. Yo disfruto al máximo al escribir este blog y espero y deseo que los que entren y lo lean hagan lo mismo.

domingo, 14 de julio de 2013

Novela: A sus pies, señora mía (II)


Novela por entregas

(Autor: Juan-Claudio Sanz)


Resumen de la entrega anterior:

Doña Enriqueta, viuda desde hace cinco años, vive en un pueblecito muy tranquilo de la provincia de Cuenca. Corren los primeros años de la tercera década del siglo XIX. Fernando VII, rey de España, acaba de fallecer y la situación política en España es convulsa por la dictadura del rey y las consecuencias de la Guerra de Independencia contra los franceses. A pesar de todo eso se vive tranquilo en el pueblo. Pero doña Enriqueta, lleva ya, según ella, muchos años sin marido y a pesar de que ella es una señora bien acomodada  y de muy buenas costumbres y modales su deseo puede más y debido a que, aunque ella quisiera casarse de nuevo no encuentra con quien, por lo que sus deseos humanos son más fuertes. Pero para encontrar al hombre que encaje en sus gustos decide ir a ver a una adivinadora del pueblo, en la cual confía para que solucione sus problemas.


Entrega nº 2






-2-
El acertijo


         -¿Vas a entrar de una vez?- preguntó la adivinadora con una voz extremadamente ronca -¿O te vas a quedar ahí parada con cara de boba?
         -No es cara de boba –respondió doña Enriqueta, al cabo de unos segundos, muy impresionada – es cara de total sufrimiento. Creo que se me acaba de descomponer la barriga. Buenos días señora, ¿está usted bien?
         La voz de la adivinadora era de ultratumba, totalmente infernal. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la viuda y jamás había sentido tanto miedo. Tanta impresión no era bueno para el corazón. Se quedó paralizada; ni avanzaba ni retrocedía.
         -Yo estoy para comerme. Bien lozana y rebosante. Tú eres la que pareces que no estás bien. Termina de entrar, cierra la puerta y no te sientes. Más que nada porque no hay sillas. ¡Y no me respondas!
         Hubo unos segundos de silencio tras lo cual se oyó de nuevo aquella voz decir:
         -¡Nada es lo que parece! ¡Lo verdadero es falso! ¡Si amas también odias!
         Esa voz… No era humana. Era profunda, luciferina, satánica. Estas últimas palabras sonaron más fuertes y más graves. Eran tenebrosas. De un terror muy difícil de explicar en una sola vida. ¡Era La Gran Voz Tenebrosa!
          Vio una figura oscura, a contraluz cerca de una ventana. Estaba de pie y parecía, no se distinguía bien, que tenía algo en la mano junto a la cara.
         Se fue acercando poco a poco hacia ella. Si no se le salía el corazón de su sitio era porque no quería pero un latido más así de fuerte y no lo contaba.
         Volvió a oír esa voz espantosa. Esta vez detrás de ella, justo por el lado de su oreja derecha. Se giró y vio pegada a ella a la adivinadora. ¿Cómo era posible? ¡Hacía un instante  que estaba  en la ventana! Ahora podía ver lo que llevaba en la mano. ¡No podía ser! ¡Era un cono como los que se hacen para las castañas pero mucho más grande el cual estaba  hecho de cartón! ¡De ahí esa voz!
         -¿Te has asustado, eh? –preguntó riéndose la vidente – Era lo que pretendía. Cuando uno siente miedo no razona, sigue su instinto. Y tú instinto ha sido seguir aquí y no salir corriendo con lo cual muy fuerte tiene que ser el motivo que te ha traído hasta mí.
         -¡Ostras con la adivinadora! ¡Y parecía tonta! –pensó doña Enriqueta. Aunque si no había salido huyendo era más bien por paralización muscular completa y no por instinto. Intentó contestar pero no le salió la voz.
         -No importa que hables, calla y escucha –dijo, ya sin el cono, la adivinadora.

Existe corazón vivo y no alma eterna
No hay contrario en la pena y la alegría
Que si de niño se lloraba también se reía
Y de amor y odio el rencor hiberna


         -No entiendo muy bien lo que quiere decir –dijo doña Enriqueta algo confundida -¿Qué me quiere dar a entender, hechicera? ¡Hable más claro por esa boca podrida!
         -¡Calla, he dicho, qué tú sí que tienes podrido lo que no digo! ¡No vuelvas a interrumpirme o lo lamentarás, viuda buscona! –contestó malhumorada la hechicera.        
Y parecía que lo decía en serio. Quedó muda y seguía con los temblores en los codos. No volvería a  hablar, por la cuenta que le traía.
         -Si unos versos no los entiendes es que eres más tonta de lo que pensaba. Escucha bien, abre tu oído. El oído, ¿entendido? y verás como las palabras cogen sentido.

Todo es cuestión de matices
Que sin cópula no existe Eros
Que el que no ve sin cerrar los ojos tiene ceguera

Ya que mujeres santas hay que son meretrices
Hombres sin alma y otros son enteros
Y que cada cual sea feliz a su manera


         -¡Dios mío, sigo sin entender a esta puñetera vieja! ¿Qué diablos querrá decir con lo de la cópula, Eros, las meretrices y los hombres sin alma? ¡Estoy perdiendo la calma y ya me está tocando las narices!
         -Vienes buscando saber cual será tu futuro. No encuentras lo que deseas pero no deseas lo que encuentras. La vida no es la que uno merece, ni siquiera es la que le dejan los demás. La vida es un momento de la muerte,  un leve despertar, un simple suspiro. Perder ese momento en búsquedas desesperadas siempre tiene el mismo destino: nada.
         La vieja adivinadora se acercó a la ventana. La luz entraba ligeramente a través de lo que parecía una cortina, porque en realidad, doña Enriqueta, no sabía que era, y dejó ver las facciones de la mujer.
         ¡Quedó sorprendida! ¡Era más fea de lo que se había imaginado! Ahora, eso sí, el tono de voz ya no era tan fantasmagórico y eso hacía mucho.
         -Señora mía –continuó la adivinadora- muestra insuficiencia emocional. Su vida ha sido adelantada en el tiempo. No pida compresión, porque no la hay. Está sola. Solo se tiene a sí misma. Le pondré un acertijo, cuando encuentre la solución tendrá la respuesta que busca. Es una frase. Y le doy un consejo, no busque respuesta lógica.


Murotluts ero ni tadnuba susir


         -Ahora vete por dónde has venido –dijo la adivinadora mientras se fue otra vez a la oscuridad del salón como si fuera levitando por el suelo.
         Doña Enriqueta no salía de su asombro. ¿Qué había dicho la vieja acertijera? ¡No había entendido nada! ¿Qué idioma era aquello? ¿Sería griego o tal vez arameo?
         -¿Le debo algo? –preguntó
         No obtuvo respuesta. Solo había un silencio absoluto. Ahora no veía ni a la vieja. ¡No estaba! Le quería pedir que repitiera esa frase tan misteriosa otra vez, porque no la había terminado de entender del todo. Le había sonado algo así como moluscos en tubos para Susi o como que en un muro una tal Susi tocaba la tuba. A lo mejor era  eso el acertijo; buscar a una vendedora de moluscos que le dijesen Susi o se llamase Susana, ¿por qué Susi venía de Susana, no? o que tocara la tuba detrás de un muro, tal vez. ¿Sería eso? Ella a veces llamaba a los gatos susi, susi. ¡Ah no, era misi, misi! ¡Menudo lío mental tenía! ¿Qué habría dicho aquella maldita adivinadora?

¡Murotluts ero ni tadnuba susir!

         ¡Virgen santa! ¡Ahora, de repente, escuchó otra vez esa voz infernal pero en su otra oreja! ¡Menudo sobresalto! Otro susto así y saldría con el pelo blanco de la casa de la adivinadora. Y el de la cabeza también. ¿Pero cómo hacía para desplazarse tan rápido?
         -He dicho lo que tenía que decir a lo que venías a buscar. Puedes marcharte.
         -¿Pero le debo algo o no? ¿Y quién es Susi? ¿Y tadnuba? ¿Qué es tadnuba? ¿Es una tuba, no? ¡Por favor ayúdeme! –preguntó algo desesperada doña Enriqueta.
         - No puedo ayudarte más. Si en cinco segundos no desapareces te echaré a los perros para que te coman el corazón y los pulmones.
         Dicho esto, la vieja adivinadora desapareció. Miró rápidamente por toda la estancia pero no estaba.  Doña Enriqueta salió rauda de la casa. No había visto ningún perro pero por si las moscas  mejor no averiguarlo porque se imaginó a una jauría comiéndose su corazón y sus pulmones y se asustó de verdad.
         Para la ayuda que le había prestado la hechicera o lo que fuera, mas le hubiera valido ni haberse molestado en ir. Aparte es que no recordaba la frasecita esa tan rara y difícil de entender. Dijo que era un acertijo ¿pero qué clase de acertijo? ¡Eso no lo entendía ni ella misma!
-¿Por qué no me ha dicho las cosas de forma clara y no con tanto misterio? –se preguntó enfadada doña Enriqueta- Todas las hechiceras,  adivinadoras,  brujas  y  demás  se  hacían  las misteriosas como si así fueran más poderosas o tuvieran vida eterna o como si esos poderes, que para ella no era más que chuflas, las convirtieran en controladoras de la vida y la muerte y decidieran sobre el destino de la gente.
         Se iría por dónde había venido y no le daría más vueltas al asunto. Aprovecharía la mañana para seguir dando un paseo por los montes, caminos y calles del pueblo. Necesitaba que le diera el aire para que se le pasara el temblor que tenía. A ella le encantaba dar paseos porque no tenía otra cosa que  hacer, la verdad. Incluso en días de invierno lo hacía a no ser que la lluvia o el viento fueran muy fuertes y se lo impidiera.



Próxima entrega: Doña Enriqueta visita a la señora del Mirlo

No hay comentarios:

Publicar un comentario