Había un escorpión observando desde una pequeña roca, en su sombra, como una abeja libaba en una flor campestre. Muy curioso le preguntó:
-Oye abeja, ¿no te da miedo libar polen de cualquier flor?
La abeja siguió en lo suyo sin hacer caso al escorpión. Éste siguió observándola y al poco tiempo preguntó de nuevo:
-¿No te da miedo? Puede ser una flor venenosa.
De nuevo el escorpión obtuvo el silencio por respuesta. Iba a preguntar de nuevo cuando vio que llegó otra abeja a la misma flor y empezó a libarla al igual que su compañera ya había hecho.
-No importa que busques en esa flor. Tu hermana ya lo ha hecho -le espetó el escorpión.
Las abejas siguieron con lo suyo. Cuando hubieron terminado se marcharon. A los pocos minutos vino otra abeja; ésta parecía algo más grande. Se paró en las flores y empezó a explorarlas.
-Es inútil tu trabajo, abeja. Tus hermanas ya han libado todas las flores. No pierdas el tiempo y ve a otras.
Esta vez, la abeja, si contestó al escorpión:
-Nunca hay que dar por bien hecho el trabajo de otro. Y mi trabajo es cerciorarme. Se han podido olvidar alguna. ¿No crees?
-No se han dejado ninguna; yo las he visto -contestó muy seguro el escorpión.
-¿Por qué estás tan seguro? -preguntó la abeja -Hay cientos de flores.
-Porque las he observado muy bien. Mi vista no me falla. No les quitado ojo de encima en ningún momento. Por eso estoy tan seguro y sería capaz de apostar mi vida.
-¿Estás seguro de querer apostar tu vida? Nadie puede estar tan seguro de lo que ve.
-Yo sí, abeja incrédula. Nunca me equivoco. Sé lo que he visto -dijo el escorpión muy presuntuoso y confiado saliendo de su pequeño escondrijo.
La abeja grande después de escuchar al escorpión dejó una flor en la que estaba y se fue justo delante de él y le dijo:
-Mírame bien y escucha lo que te digo: tienes razón en que ellas han libado todas las flores porque yo no encuentro polen. Pero si que te ha engañado tu vista y hubieses perdido la vida; yo no soy una abeja, soy un colibrí.
Nunca hay que dar por seguro algo aunque lo estés viendo con tus propios ojos; estos te pueden engañar.
-No importa que busques en esa flor. Tu hermana ya lo ha hecho -le espetó el escorpión.
-No importa que busques en esa flor. Tu hermana ya lo ha hecho -le espetó el escorpión. |
-Es inútil tu trabajo, abeja. Tus hermanas ya han libado todas las flores. No pierdas el tiempo y ve a otras.
Esta vez, la abeja, si contestó al escorpión:
-Nunca hay que dar por bien hecho el trabajo de otro. Y mi trabajo es cerciorarme. Se han podido olvidar alguna. ¿No crees?
-No se han dejado ninguna; yo las he visto -contestó muy seguro el escorpión.
-¿Por qué estás tan seguro? -preguntó la abeja -Hay cientos de flores.
-Porque las he observado muy bien. Mi vista no me falla. No les quitado ojo de encima en ningún momento. Por eso estoy tan seguro y sería capaz de apostar mi vida.
-¿Estás seguro de querer apostar tu vida? Nadie puede estar tan seguro de lo que ve.
-Yo sí, abeja incrédula. Nunca me equivoco. Sé lo que he visto -dijo el escorpión muy presuntuoso y confiado saliendo de su pequeño escondrijo.
La abeja grande después de escuchar al escorpión dejó una flor en la que estaba y se fue justo delante de él y le dijo:
-Mírame bien y escucha lo que te digo: tienes razón en que ellas han libado todas las flores porque yo no encuentro polen. Pero si que te ha engañado tu vista y hubieses perdido la vida; yo no soy una abeja, soy un colibrí.
Nunca hay que dar por seguro algo aunque lo estés viendo con tus propios ojos; estos te pueden engañar.
(Autor: Juan-Claudio Sanz)
Meeelassaaa! Muy bueno, ¡¡lástima del título!!
ResponderEliminarHola Toni. Gracias de corazón. No entiendo lo del título, tú dime cosas, que estamos para aprender , jejejeej. Un saludo a Nakano desde España.
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